jueves, 2 de octubre de 2014

Liebestod, muerte de amor



 Tristan e Isolda del pintor Rogelio de Egusquiza
(Santander, 1845-Madrid, 1915)

El Romeo y Julieta de Wagner se llama Tristan e Isolda. Un gran amor terminado en tragedia. Tristan muerto en los brazos de su amada Isolda. Un autentico final al estilo Tarantino, lleno de venganza ciega por parte de varios personajes de la trama de esta ópera. Un final espiritual épico sin mas, cuando Isolda literalmente se transforma ante el cuerpo frio e inerte de su amado, en algo que transciende lo mundano. Su cuerpo muere y su alma se adentran en otra realidad, debido al gran sufrimiento interior que siente.

¿Cuantas veces hemos visto que cuando dos seres se aman y uno de ellos "muere" de alguna de las varias formas de morir que hay, no solo la física, sino cuando uno simplemente se marcha, o cuando uno cambia interiormente, muriendo su antiguo yo? Wagner solo puso en música lo que ocurre en esta vida.

Liebestod, muerte de amor. Perder lo que amas y transcender interiormente.
Esa fría daga que todos hemos sentido alguna vez en nuestra alma. Liebestod, "...perderse, sumergirse...sin conciencia".

Todo tu mundo termina y comienza uno nuevo.

Liebestod. Este mundo es muy viejo y esta condenado a repetirse hasta el infinito. Mis ojos están cansados de ver a tantos Tristanes e Isoldas perdidos en este torrente de emociones y actos desesperados que es la vida.

Liebestod... y si tu no estás, mi vida termina aquí. Pero seguiré como el vuelo de una mariposa tras la incierta salida desde su crisálida.

Liebestod, todo termina y así continuamos nuestro viaje interior.



"Cuan dulce y suave
sonríe,
como se entreabren
sus ojos tiernamente
¿Le veis, amigos?
¿No le veis...?
¡Cómo resplandece
con luz creciente!
Cómo se alza
rodeado de estrellas.
¿No le veis?
¡Cuán valiente y henchido,
lleno y sublime,
se le inflama el corazón
en el pecho!
Y de sus labios
deleitosos y suaves
fluye un hálito dulce y puro:
¡Amigos, mirad!
¿No le percibís? ¿No le veis?
¿Tan sólo oigo yo esa melodía,
que tan maravillosa y quedamente,
suena desde su interior
en delicioso lamento
que todo lo revela,
en tierno consuelo, gentil reconciliación,
penetrando en mí, elevándose,
en dulces ecos
que resuenan en mí?
Esa clara resonancia que me circunda
¿es la ondulación de delicadas brisas?
¿Son olas de aromas embriagadores?
¡Cómo se dilatan y me envuelven!
¿Debo aspirarlas?
¿Debo percibirlas?
¿Debo beber o sumergirme?
¿O fundirme en sus dulces fragancias?
En el fluctuante torrente,
en la resonancia armoniosa,
en el infinito hálito
del alma universal,
en el gran Todo...
perderse, sumergirse...
sin conciencia...
¡supremo deleite!"








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